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Canfranc: Ave Fenix.

El impacto inicial es sorprendente, colosal, espectacular y sin duda, algo lóbrego. Canfranc es de esos lugares del Mundo donde el tiempo se ha detenido de manera sorprendente. Al pasear en silencio por su espectacular y decadente andén, (si lo haces en silencio y soledad) aún parece bullicioso y animado: gentes que corren, gentes que esperan, gentes que se separan y gentes que se encuentran, silbatos que anuncian partidas y luces que anuncian llegadas...

Paseamos sobrecogidos por las dependencias hoy abandonadas y fantasmales de una de las estaciones mas emblemáticas del Mundo, en silencio absoluto intento adivinar a los oficiales de las temidas SS alemanas, a la Gestapo o los soldados de la Wehrmacht custodiando los vagones cargados de oro que llegaban desde Berlín para pagar el preciado wolframio español que servía para blindar los temidos Panzer Tiger (tanques) alemanes.

Vías hoy muertas que no llevan ni traen a ningún destino, andenes fantasmales donde creo adivinar sombras que se deslizan por los desolados rincones produciéndome un efecto extraño pero atrayente y algo morboso.

Paseo en silencio casi de puntillas, intentando no hacer mucho ruido (como no queriendo despertar al dormido espíritu o espíritus de la vieja estación) por vagones hoy muertos, vías hoy vacías, oficinas hoy desiertas, andenes hoy en silencio.

Y la noche extiende su manto largo y oscuro cubriendo aun mas (si cabe) de tinieblas la antigua estación, una noche mas de: soledad, de silencios, de sombras, de abandono y yo debo marchar, quiero marchar pero algo me susurra a modo de ruego lastimero e imperceptible que no la olvide, que no la abandone, que no la deje en silencio de nuevo yo también.

Dando traspiés por la solitaria, oscura y silenciosa vía, veo al final de la misma, una luz: lánguida, mortecina, amarillenta, pero alentadora.

Camino en esa dirección intentando romper el melancólico "hechizo" del que quiero salir dejando atrás esas invisibles manos que parecen querer retenerme en lo más profundo del andén, en lo más profundo del silencio, en lo más profundo de la oscuridad...

Al llegar a la mortecina luz, me siento en el andén agotado por la experiencia, miro el reloj y me asombro aún más, he estado en el interior de la antigua estación varias horas sin tener la más mínima sensación de paso de tiempo.

De repente, unas potentes luces inundan la fachada principal de la antigua estación, un fantástico y ruidoso espectáculo a modo de mapping y una voz en francés anuncia con tono alegre y dinámico que en breve, la antigua estación volverá a tener vida, a funcionar y volverá a llenarse de gente.

La noche ya hace tiempo que es oscura y fría, muy fría, las potentes luces se vuelven a apagar y la antigua estación vuelve al silencio. Ya en mi coche aparcado frente a la fachada, hecho un ultimo vistazo a la oscura estructura, desde la distancia y tras recordar los lugares que he visitado tras esa imponente fachada, me consuela la idea de que como Ave Fénix, la antigua estación volverá a la "vida".

Arranco el coche y en silencio absoluto circulo muy despacio frente a la imponente fachada oscura de nuevo, solo iluminada por la tenue y mortecina luz amarilla. Por un momento, sólo por un momento, en uno de los ventanales del lúguble pórtico principal, creo adivinar una silueta, una sombra, un destello, una forma casi humana que parece mirarme tras un raído cristal como insinuandome que ellos siguen allí, esperando el próximo tren, a los proximos viajantes del tiempo...

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